viernes, 8 de octubre de 2010

Sueños


Recordaba perfectamente como su sueño se había hecho realidad. Tuvo que luchar mucho para conseguirlo, pero al fin un disco suyo salió a la venta. Tres años después, ya era una estrella internacional y había ganado un Grammy y un Amigo.
Si no hubiese sido por su profesora del conservatorio, en lugar de recorrer Europa estaría tocando con alguna orquesta en las fiestas de los pueblos.
Alejandro despertó como cada mañana cuando los rayos de sol se colaron por la ventana y acariciaron su cara para devolverlo a la cruda realidad. Ni disco, no gira ni premios. Sólo su guitarra y unas cuantas canciones.
Cuando llegó al metro, sacó su guitarra de la funda y comenzó a tocar.
Al rato llegó Sonia, una chica de la que se había hecho amigo, pues todos los días cogía allí el metro para ir a la universidad. A Alejandro le gustaría ser algo más que amigos, pero ella era una chica de buena familia. Sus padres nunca aceptarían que saliese con un chico que simplemente tocaba la guitarra en el metro. En parte lo comprendía, pues sabía que Sonia merecía algo mejor.
−¿Cuándo vuelva comemos juntos? –se volvió la chica cuando ya se alejaba.
−Vale.
Aquella mañana se le hizo más larga que de costumbre, pues estaba deseando descubrir a Sonia entre la multitud que salía del metro.
Cuando había parado para beber agua y descansar un poco las manos, vio su bonito rostro acercarse. Ambos subieron al apartamento de Alejandro para dejar la guitarra de él y los libros de ella. Era un piso pequeño y bastante viejo, pero estaba limpio y ordenado.
Cuando, después de comer, volvieron a por los libros, Sonia no pudo reprimir un impulso y le dio un fugaz beso en los labios. Alejandro no podía creer que aquello fuese real. ¿Real? Parecía un sueño. Era un sueño. Un sueño, en el que, a pesar de no haber conseguido una carrera musical, era feliz.

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