Y dio otro bocado. Y otro. Y otro. Cada vez más rápido. Llevaba casi una semana sin comer nada. Aún recordaba el sabor de aquel último trozo de queso. Se había negado durante todo ese tiempo a comer carne cruda. Finalmente Pepa y el hambre le habían obligado a probarla. Ahora era incapaz de parar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario