domingo, 11 de abril de 2010

El Pardo

Hoy hemos ido a visitar El Pardo. A las nueve y media de la mañana (en realidad un poco después) Sara, Antonio, David, Noe y yo hemos cogido el cercanías en Las Margaritas. La primera gran pregunta: ¿alguien lleva cámara? Sí, pero sin tarjeta de memoria.
Al llegar a Atocha ha ocurrido algo que ninguno nos explicamos: Sandra se ha subido en el mismo vagón que nosotros. Y de nuevo la gran pregunta: ¿llevas cámara? Sí, pero le queda poca batería.
La aventura ha empezado al llegar a Sol. Mientras esperábamos a Andreina nos ha dado tiempo a salir y Noe se ha fumado un cigarro y todo. Después de un rato junto al acceso del metro, Andreina ha llamado a Sandra para decirle que ya estaba en el anden. ¿Cómo era posible? Porque resulta que ha cogido el camino corto, no como nosotros que nos complicamos la vida todo lo que podemos y más. Por increíble que parezca, Andreina llevaba cámara ¡con tarjeta y con batería!
La siguiente odisea ha sido para encontrar el autobús una vez en Moncloa, con accidente con una puerta incluido. A partir de ahí todo ha ido más o menos dentro de lo normal. O al menos todo lo normal que nos puede ir a nosotros.
Al llegar nos hemos llevado una pequeña decepción, pues los jardines estaban secos. No obstante, la visita al palacio ha estado muy bien. El guía era bastante bueno. Incluso les ha sugerido a los niños un juego con premio incluido. Consistía en contar cuantos relojes hay en el Palacio. Nosotros hemos intentado contarlos, pero, al menos yo, me perdí allá por el décimo (hay 32, creo).
La visita incluye salas decoradas según las distintas épocas en las que ha sido utilizado: desde los Austrias en el siglo XVI hasta los mandatarios que visitan nuestro país en la actualidad, pasando por los Borbones del siglo XVIII y el General Franco. Uno de los mayores atractivos, al menos desde mi punto de vista, son los tapices que decoran las paredes de muchas salas, incluyendo algunos de Goya.
Tras finalizar la visita hemos estado haciendo fotos por los jardines, sí, los que estaban secos. Luego, los que no llevaban comida han comprado para hacerse un bocadillo y hemos ido a un parquecillo a comer. Se estaba a gusto. Había un columpio consistente en una cuerda atada a un árbol y no he podido evitar subirme.
Después hemos dado un "pequeño paseo" junto al río bajando y subiendo por los sitios más difíciles. En una de estas yo he ido a apoyarme para no caerme y he tocado una ortiga. Pero lo gracioso es que David y Andreina, que venían detrás y ya estaban avisados, también las han tocado. Perros y bichos a parte, lo hemos pasado bien.
Nuestra despedida de El Pardo ha sido un café. Pero el episodio no termina ahí. De nuevo en Moncloa, en el anden, ha llegado un tren. ¿Es este? No este va a Moncloa. ¿Y dónde estamos? ¡Qué ahora da la vuelta! ¡Corred!
En menos de una hora ya estábamos de nuevo en Getafe con los pies hechos polvo, la cara quemada y diciendo que hay que repetir.

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