jueves, 22 de abril de 2010

La cuenta

−¿Qué vas a tomar? –eran la únicas palabras que le había oído pronunciar, pero me tenía fascinado.
Cada mañana corría a la cafetería para escucharlas. Hasta que un día apareció otra camarera. Me tomé el café de un trago y me fui. Ni siquiera cogí la cuenta, como hacía siempre, pues guardaba cada papelito que ella me daba. Al llegar a casa abrí la caja donde los guardaba y cogí uno al azar. Era de la semana anterior. Fue entonces cuando me di cuenta de que en la parte de atrás ponía algo: “Esta es mi última semana aquí. ¿No me vas a decir nada?”. Empecé a sacarlos y en todos ponía algo. "Me he dado cuenta de que guardas todos los tickets", "¿Por qué no contestas a mis notas?"... De aquello hace ya muchos años, pero nunca la olvidé.
El otro día, la vi sentada en un banco del parque. No lo podía creer. Saqué una de esas cuentas de la cartera. Sí, después de tantos años aún llevaba una de recuerdo. Me acerqué y se la di sin decir nada. La cogió mirándome extrañada, pero después de leerla volvió a mirarme y entonces me reconoció.
−Lo siento. No me di cuenta de que me escribías hasta que fue demasiado tarde −expliqué.
−Nunca es demasiado tarde.

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