Es, junto
a Meknes, Fez y Rabat, una de las cuatro ciudades
imperiales de Marruecos. El grito a la oración desde los minaretes de las
numerosas mezquitas forma parte del paisaje de la ciudad. Se trata, sin lugar a
dudas, de un buen lugar para pasar unos días de una forma diferente.
Es fácil perderse por
sus calles, sobre todo si acabas de llegar. En ese caso, lo mejor es preguntar
a algún gendarme, porque, aunque hay gente muy amable y simpática, lo más
probable es que te pidan una propina por las indicaciones que te proporcionen.
Tampoco se puede olvidar que la filosofía del lugar es que “la prisa mata”, así
que más vale tomárselo todo con calma.
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