Numerosos restaurantes y cafeterías rodean la plaza: El Café de París, Toubkal, Chez Chegrouni... Todos ofrecen una buena comida y unas magníficas vistas de la plaza. Además, como en todo a la hora de pagar en Marrakech, para un europeo los precios resultan asombrosamente bajos.
Cuando el sol comienza a ponerse, casi sin que te des cuenta, Jemaa el Fna se llena de puestos de comida y todo lo demás desaparece, excepto los carros de zumo, que siguen rodeando toda la plaza. La comida es buena y muy similar en todos los puestos, pero en un lugar como Marrakech no saben lo que es una inspección de sanidad, así que más vale no ser escrupuloso y sentarse en un banco junto a marroquís y turistas. Eso sí, fíjate bien donde te colocas si no quieres que el humo haga que se te salten las lágrimas.
De la plaza sale una calle que en Marrakech se entiende como peatonal, es decir, en la cual en cualquier momento te puede atropellar una bici, una moto, un burro o un taxi. En esta calle, se encuentra una pastelería que resultó uno de los mejores descubrimientos del viaje. Se llama Pastisserie des Princes y en ella se puede disfrutar de batidos y pasteles muy ricos.
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