La estación estaba llena de gente, pero ellos no veían a nadie. Ni oían los avisos que se hacían por megafonía. Ni se daban cuenta de los empujones que les daban algunos con las prisas.
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-Lo siento -esta vez Laura vio en sus ojos que era definitivo. Por mucho que insistiera, él ya había tomado una decisión.
Subió al autobús cabizbaja y buscó un asiento. No quiso mirar por la ventanilla. Sabía que él seguía allí. La gente subía y alguien se sentó junto a ella, pero Laura ni siquiera le miró.
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