sábado, 14 de agosto de 2010

Elena

Estaba amaneciendo cuando Elena abrió la ventana. El frío le hizo estremecerse, pero eso no podía detenerla. Levantó a los niños y les dio lo poco que tenía para el desayuno. Se vistió y ocultó la mercancía bajo la ropa, como hacía siempre. Rezó una vez más para que no la pillasen y para que Héctor volviese pronto… o al menos volviese.

Con el pequeño en brazos y Herminia de la mano, salió a la calle. Cuando llegaron al mercado se situó junto a la entrada. Poco a poco iban llegando mujeres. Unas le pagaban con dinero y otras le cambiaban sus productos por otros.

Aquel día, cuando llegó a casa no podía creer lo que veía. ¡Al fin estaba allí! Corrió a abrazarle, pero él la apartó.

−¿Dónde estabas?

Elena le explicó a su marido cómo había conseguido salir a delante gracias al estraperlo. Le contó qué una vecina le había comentado que a ella le iba bien y le había puesto en contacto con una amiga suya que traía los productos en tren. Pero él, lejos de agradecerle el esfuerzo, le dio una bofetada.

1 comentario:

  1. Si muchas siguiera su ejemplo, todos seríamos un poco más felices.

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