jueves, 19 de agosto de 2010

Una noche de tantas

Solamente tenía que cerrar la farmacia y volver a casa. Lo hacía todos los días. Pero eso no le hacía sentir mejor. Estaba muy oscuro y no era una buena zona.

Al volver la esquina, encontró un perrito que lo miró con cara de pena. No tenía collar y por allí cerca no había nadie. Así que decidió llevárselo a casa. Pero cuando fue a cogerlo, el cachorro salió corriendo. Pedro corrió detrás de él.

Cuando el animal se detuvo y lo alcanzó, se dio cuenta de que no sabía dónde estaba. Miró alrededor, con su nueva mascota en brazos, buscando algo que le ayudara a orientarse, pero no vio nada conocido. Tampoco había nadie a quien preguntar. Así que decidió volver por donde había venido. Pero… ¿dónde estaba la calle? Detrás de él sólo había un edificio. Debía de haberse despistado y ahora no sabía cuál era el camino.

Entonces oyó una risa. Siguió el sonido y encontró a una muchacha hablando por teléfono junto a un portal.

−No me lo puedo creer... −murmuró mientras guardaba el móvil.

−Perdona −se acercó él−. ¿Sabes dónde estamos?

−No tengo ni idea –contestó sin perder la sonrisa−. He intentado llamar a alguien que me pueda orientar ¡y no hay cobertura! Tenemos dos opciones: andar sin rumbo fijo hasta que encontremos algo que conozcamos o tocar a un timbre para preguntar. Por cierto, me llamo María.

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