miércoles, 26 de mayo de 2010

Una tarde como otra cualquiera IV

Ester dejó el pañuelo sobre la mesa y salió de la habitación. Manu lo cogió y se quedó mirándolo como si fuera a responder todas las preguntas que le acudían a la cabeza. El chico no entendía nada. Salió a la calle y se sentó en el tranco de la puerta con él en la mano. Y entonces la vio. Era ella, no había duda. Cada vez estaba más cerca. A Manu se le aceleró el corazón, pero era incapaz de reaccionar. Finalmente, salió corriendo y se plantó delante de ella justo cuando pasaba frente a su casa.
-Hola -saludó el muchacho.
La chica parecía algo asustada.
-¿Quién eres en realidad? ¿Por qué me mentiste?
-¿Quién eres tú? ¿Qué quieres? Y, ¿por qué tienes mi pañuelo?
-Se te cayó el otro día, cuando llamaste a mi casa.
-Yo no te he visto nunca.
-Sí -Manu estaba estupefacto-. Me dijiste que eras alumna de mi madre.
-No sé quién es tu madre. Dame mi pañuelo y déjame en paz.

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